El mundo nos dice que el
éxito consiste en conseguir aquello que nos proponemos. Nos dice que el éxito
es triunfar, que lograr el reconocimiento y la prosperidad es un ingrediente
esencial. Todo lo anterior no es otra cosa que un subproducto del éxito, pero
no el éxito mismo. La noción convencional de este concepto se relaciona con los
resultados de lo que hacemos. Hay quienes dicen que el éxito es producto de una
mezcla de esfuerzo y suerte, o perseverancia y talento, o de estar en el sitio
correcto en el momento justo. Si bien cualquiera de esas cosas pueden ser
determinantes del éxito, no son su esencia. Lo que el mundo no nos dice (porque
no lo sabe) es que no podemos alcanzar el éxito. Solamente podemos tenerlo. No
podemos permitir que un mundo demente nos diga que hay otro éxito aparte de un
buen momento presente. ¿Y eso qué quiere decir? Que hay un elemento de calidad
en lo que hacemos, hasta en la actividad más insignificante. Calidad implica
cuidado y atención, que vienen con la conciencia. Nuestra Presencia es
requisito para la calidad.
Digamos que usted es
empresario y al cabo de dos años de luchas y esfuerzos finalmente desarrolla un
producto o servicio que se vende bien y produce utilidades. ¿Éxito? Sí, en
términos convencionales. Pero la verdad es que fueron dos años de contaminar el
cuerpo y la tierra con energía negativa, de mortificar a las personas a su
alrededor y de afectar a muchas otras personas a quienes nunca conoció. El
supuesto consciente sobre el cual se apoyó todo el esfuerzo fue que el éxito es
un suceso futuro y que el fin justifica los medios. Pero el fin y los medios
son uno solo. Y si los medios no contribuyen a la felicidad del ser humano, tampoco
lo hará el fin. El resultado, el cual es inseparable de las actuaciones que
condujeron a él ya está contaminado por esas actuaciones y, por ende, será
fuente de más infelicidad. Ese es el karma que perpetúa la infelicidad.
Como usted ya lo sabe, su
propósito externo o secundario está en la dimensión del tiempo, mientras que su
propósito principal es inseparable del Ahora y, por tanto, exige negar el
tiempo. ¿Cómo reconciliar ambas cosas? Reconociendo que todo el viaje de la
vida consta en últimas del paso que se da en el momento presente. Lo único que
hay siempre es este paso, de tal manera que es preciso prestarle toda la
atención. Esto no significa que no deba saber hacia dónde se dirige sino que el
paso de este momento es lo primario mientras que el destino es secundario. Y lo
que encontramos al llegar a nuestro destino depende de la calidad de este paso.
Otra forma de decirlo es la siguiente: lo que el futuro nos depara depende de
nuestro estado de conciencia en el momento presente.
Éxito es cuando el hacer
se impregna de la calidad atemporal del Ser. A menos que el Ser impregne lo que
hacemos, a menos que estemos presentes, nos perderemos en cualquier cosa que hagamos.
También nos perdemos en el pensamiento y en nuestras reacciones a lo que sucede
externamente.
Tolle Eckhart
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